domingo, 13 de abril de 2014

Y le enseñarás a tus hijos


-Padre, padre! -Lo llamó mientras entraba corriendo su pequeña hija Noemí a la choza-.  Acaban de llamar a una asamblea a la que deben ir todos los padres de familia judíos. Lo estaba gritando el Señor Abiam desde la fuente que está adelante de su choza-. Adlai escuchó a su hija y temió lo peor. Si Abiam estaba convocando a una asamblea no podía ser de otra forma que bajo orden explícita de Moises, única persona capaz de unificar a todos los esclavos judíos en lo que él se obstinaba en llamar El Pueblo de Israel.
La única vez que los había juntado a todos había sido para decirles que su Dios (el Dios de todos ellos según Moises decía) le había hablado y le había encomendado guiarlos a la libertad. En ese momento todo fue desconcierto según Adlai recordaba. Ninguno de ellos entendía lo que era la libertad pero entre todos llegaron a la conclusión de que era una vida mejor que la que hasta ese momento tenían.
El problema había comenzado tiempo después, cuando empezaron las plagas. Adlai no entendía del todo bien como Moises lograba dominar de esa forma la naturaleza pero si podía sufrir en carne propia los castigos que le propiciaban sus esclavistas egipcios, agobiados por las calamidades que estaban sufriendo. Desde que el Nilo se tiñó de rojo que las jornadas laborales se habían intensificado, en tiempo y en exigencia y la realidad era que Adlai ni siquiera tenía fuerzas para caminar hasta la casa de Abiam para participar en la asamblea.
Luego de un debate interno que se prolongó por algo más que veinte minutos decidió que haría el esfuerzo de asistir. Escuchaba como sus vecinos se trasladaban calle abajo y no quería perderse un evento del que seguramente se hablaría por días durante las largas jornadas laborales.

Una cuadra antes de llegar a la casa de Abiam ya la multitud lo pasmaba. Al igual que la vez anterior se sorprendió por el enorme poder de convocatoria que el joven líder demostraba cada vez que se lo proponía. Para cuando Adlai llegó, Moises ya había hablado y los rumores y el miedo se esparcían a velocidades asombrosas. Lo primero que llegó a oír de terceros era que Moises iba a asesinar a todos los egipcios pero luego una voz un poco más segura afirmó que esa misma noche los primogénitos egipcios serían asesinados y que todas las familias judías debían marcar sus casas para evitar ser atacadas.
El ambiente que se vivía era de júbilo. La gente brindaba por la venganza y festejaba por el contundente mensaje que estarían entregándole a sus esclavistas. Elías y Dodo, los amigos de Adlai, se abrazaban y lloraban mientras los chicos, entusiasmados por la alegría de sus padres, corrían y jugaban entre ellos. Sin embargo Adlai estaba petrificado. No entendía cómo era posible que sus amigos estuvieran festejando la muerte de muchísimos niños y jóvenes, aunque estos fueran egipcios. El sabía que Moises siempre lo había respetado y considerado un importante consejero por lo que fue inmediatamente hacia donde se encontraba su hermano Aaron y le solicitó que le conceda unos minutos a solas con el líder. Tal como esperaba, Moises estaba ansioso por escucharlo y por brindar junto a él por la nueva era que comenzaría la mañana siguiente cuando los egipcios despertaran.

Adlai entró a la choza de Moises y luego de los saludos protocolares pasó a expresarle su enorme preocupación por la acción que esa noche se estaría llevando a cabo. -¿Cómo es posible que sea necesario asesinar un niño por familia egipcia para obtener nuestra libertad?- preguntó. Moises, con tono conciliatorio respondió -El Pueblo de Israel debe ser libre por mandato divino y si el Faraón no quiso escuchar durante todo este tiempo, esta es la única opción que nos queda. Adlai pasó del asombro al enfurecimiento y gritó: -¿Qué mensaje le estamos transmitiendo a nuestros hijos? ¿Que la justicia por mano propia es un medio legítimo? ¿Que un fin noble justifica cualquier medio para conseguirlo? ¿Merecemos la libertad si para obtenerla asesinamos niños y jóvenes? ¿No seremos en ese caso incluso peores que ellos?
Moises se quedó estupefacto ante tremendo arranque de ira de uno de sus más fieles consejeros. Intentó responder varias veces pero su tartamudeo se lo impidió. Luego de repetidos intentos dijo: -Esta no es idea mía, es el deseo de Dios, de nuestro Dios, que así se haga. A Adlai esa respuesta no lo conformó en lo más mínimo y su respuesta fue más bien una premonición: -Si hacés esto posíblemente consigas la libertad, lo que sea que eso signifique. Pero la enseñanza que quedará no será esa: año tras año, se recordará esta fecha como una tragedia, como el momento en que un pueblo inocente se convirtió en asesino. Cuando la familia se junte a recordar el trágico evento que llevó a sus antepasados a la libertad, los niños se verán obligados a preguntar por qué motivo será esa noche diferente a todas las demás y los padrés deberán responder, avergonzados, que si bien la libertad es un derecho de todo ser humano, sus antepasados una noche como esa mucho tiempo atrás asesinaron a niños (algunos de ellos muy pequeños) para conseguirla. Esta noche será recordada por siempre como la noche en que El Pubelo de Israel se convirtió en esclavo.


En épocas donde vecinos linchan ladrones por falta de policía y donde la justicia por mano propia parece ser moneda de uso corriente, invito a todos a que en los sedarim de Pesaj festejemos y defendamos la libertad, pero que eso no nos cegue y nos impida ver la totalidad de la historia para poder poner sobre una mesa festiva un tema de discusión cuyas enseñanzas nos pueden ayudar a mejorar muchas de nuestras conductas hoy en día.