Cinco horas habían pasado desde que salió ese día del
gimnasio. Sin embargo seguía deshidratado y comenzaban a dolerle los pectorales
y los brazos. A Lucas no le importaba porque sabía que a las mujeres les
gustaban los hombres como él: musculosos, deportistas, con auto, plata y
contactos.
"¿Quién no ha sido blanco fácil por ser inocente y creer en la gente? (Cont)
Puso una prepizza en el horno porque sabía que su madre y su
abuela en ese momento le tejían una enorme bata con su nombre y no quería
molestarlas en medio de tan importante tarea. Se imaginó un segundo a sí mismo
entrando al Luna Park con su bata nueva y a la gente coreando su nombre. El
pondría su mejor cara de malo y lanzaría dos puños al aire. Se ruborizó al
darse cuenta que lo estaba haciendo en ese momento, en la cocina de su casa y
se aseguró de que ningún vecino
estuviera en ese momento observándolo desde su balcón. Lucas sabía que era la
esperanza de su familia. Después de la pelea que le había dado diez mil pesos,
su familia se convirtió en su representación ante la prensa, en su manager,
gerente de marketing y quién sabe qué mas. Sacó
del bolso la mojada manta que usaba para secarse las manos transpiradas
en el gimnasio y la llevó rengueando hacia el lavadero. No entendía porque le
dolía el cuadricep de la pierna derecha y dijo que se lo preguntaría a su
deportólogo el día siguiente.
(Cont) Desesperación, desesperanza, ya nada te alcanza
(Cont)
Se estaba preparando para la pelea de su vida y sabía que
saldría en todos los medios. Venía en una racha excelente y se perfilaba como
el futuro campeón nacional de los pesos medios. Cuando Facundo, quien era su
hermano y su manager le dijo que había recibido un llamado del manager del
“Mamut” Dorrego, actual campeón e ídolo, Lucas sintió una ansiedad inédita
hasta ese momento. El Mamut era su ídolo y no podía creer que pronto sería su
rival y tendría la posibilidad de robarle el título. Sabía que debía cuidarse más que nunca, ya que
cualquier lesión o enfermedad lo dejarían sin la posibilidad de poder pelear.
Atravesaba uno de esos momentos de autopersecución constante. Cada dolor,
molestia o brisa que le llegara al cuello desprotegido amenazaban la posibilidad
única que se le presentaba.
(Cont) y encima te hicieron caer en sus tranzas.
(Cont)
Sacó la prepizza. No era un as de la cocina y se quemó el
dedo menique de la mano derecha. Del armario sacó un tenedor y un cuchillo y no
le importó que no fueran del mismo juego. Se sentó solo a comer en la mesa del
comedor. Había olvidado agarrar un vaso por lo que decidió tomar el agua del
pico. Tenía tanta sed que tomó medio litro en tan solo treinta segundos. Puso
el aire acondicionado en modo frío y una brisa leve empezó a rozarle la espalda.
Tenía miedo de resfriarse porque sabía muy bien que un simple catarro lo
dejaría inhabilitado para poder pelear por el título. Aún así y sin saber bien
porque, bajó la temperatura del aire acondicionado.
Tenía las manos grasosas por la pizza que estaba comiendo y
no tenía servilletas a mano por lo que se limpió en su pantalón, no sin antes
mirar a sus costados para comprobar que nadie lo observaba. Era una costumbre
que le había quedado de chiquito, cuando su madre se enojaba si lo veía haciéndolo.
(Cont) No te dan revancha, sólo quedan nervios
(Cont)
Lucas agarró la revista de box que le había llegado esa
tarde. En la página 3, debajo de una foto gigante del Mamut, aparecía un
apartado con sus estadísticas. Eran mucho mejores que las suyas y las apuestas
no solo predecían una fácil victoria para el campeón vigente, sino que pocos
vaticinaban que él salga ileso del combate. Pensativo, se rasco el poco pelo
que tenía en la cabeza y luego bajó un poco más la temperatura del aire
acondicionado. Definitivamente, Lucas sabía que la decisión de aceptar la pelea
era sumamente apresurada. Creía que en algún momento lograría vencer al Mamut
pero no sabía si esa ocasión era la indicada. La estrategia del manager de su
rival era muy inteligente, pensó. Apurar a los jóvenes boxeadores en auge para
que el ya asentado campeón pudiera darles una paliza y demostrarles quien era
el que mandaba. Lucas prefería no pensar en que sería vapuleado, pero el simple
hecho de imaginarse a sí mismo sangrando en el piso, con los ojos hinchados le
producía nauseas. Si bien no tenía calor, y sin saber bien porque, le bajó aún
más la temperatura al aire acondicionado. Mirar la foto amenazante del Mamut le
entrecortó la respiración y le dio algunas palpitaciones. Se insultó a si mismo
por su cobardía, agarró la revista, la rompió y la arrojó contra la pared
opuesta. Ahora, la cara del Mamut aparecía en el piso de su casa, completamente
desfigurada. Lucas soltó una risita tímida y le sorprendió sentir como una
lágrima salía en ese momento de alguno de sus ojos sin que nadie la hubiera
llamado.
Decidió bajar un poco más la temperatura del aire
acondicionado aunque en el comedor ya hacía mucho frío. Le sorprendió a Lucas
el alivió y la relajación que sintió cuando una ronca tos irrumpió desde lo más
profundo de su garganta.
(Cont) y el miedo a quedarte bajo esta avalancha."