lunes, 22 de julio de 2013

El Aire Acondicionado



Cinco horas habían pasado desde que salió ese día del gimnasio. Sin embargo seguía deshidratado y comenzaban a dolerle los pectorales y los brazos. A Lucas no le importaba porque sabía que a las mujeres les gustaban los hombres como él: musculosos, deportistas, con auto, plata y contactos. 

"¿Quién no ha sido blanco fácil por ser inocente y creer en la gente? (Cont) 

Puso una prepizza en el horno porque sabía que su madre y su abuela en ese momento le tejían una enorme bata con su nombre y no quería molestarlas en medio de tan importante tarea. Se imaginó un segundo a sí mismo entrando al Luna Park con su bata nueva y a la gente coreando su nombre. El pondría su mejor cara de malo y lanzaría dos puños al aire. Se ruborizó al darse cuenta que lo estaba haciendo en ese momento, en la cocina de su casa y se aseguró  de que ningún vecino estuviera en ese momento observándolo desde su balcón. Lucas sabía que era la esperanza de su familia. Después de la pelea que le había dado diez mil pesos, su familia se convirtió en su representación ante la prensa, en su manager, gerente de marketing y quién sabe qué mas. Sacó  del bolso la mojada manta que usaba para secarse las manos transpiradas en el gimnasio y la llevó rengueando hacia el lavadero. No entendía porque le dolía el cuadricep de la pierna derecha y dijo que se lo preguntaría a su deportólogo el día siguiente.

 (Cont) Desesperación, desesperanza, ya nada te alcanza  (Cont)

Se estaba preparando para la pelea de su vida y sabía que saldría en todos los medios. Venía en una racha excelente y se perfilaba como el futuro campeón nacional de los pesos medios. Cuando Facundo, quien era su hermano y su manager le dijo que había recibido un llamado del manager del “Mamut” Dorrego, actual campeón e ídolo, Lucas sintió una ansiedad inédita hasta ese momento. El Mamut era su ídolo y no podía creer que pronto sería su rival y tendría la posibilidad de robarle el título.  Sabía que debía cuidarse más que nunca, ya que cualquier lesión o enfermedad lo dejarían sin la posibilidad de poder pelear. Atravesaba uno de esos momentos de autopersecución constante. Cada dolor, molestia o brisa que le llegara al cuello desprotegido amenazaban la posibilidad única que se le presentaba.

 (Cont) y encima te hicieron caer en sus tranzas. (Cont)

Sacó la prepizza. No era un as de la cocina y se quemó el dedo menique de la mano derecha. Del armario sacó un tenedor y un cuchillo y no le importó que no fueran del mismo juego. Se sentó solo a comer en la mesa del comedor. Había olvidado agarrar un vaso por lo que decidió tomar el agua del pico. Tenía tanta sed que tomó medio litro en tan solo treinta segundos. Puso el aire acondicionado en modo frío y una brisa leve empezó a rozarle la espalda. Tenía miedo de resfriarse porque sabía muy bien que un simple catarro lo dejaría inhabilitado para poder pelear por el título. Aún así y sin saber bien porque, bajó la temperatura del aire acondicionado.
Tenía las manos grasosas por la pizza que estaba comiendo y no tenía servilletas a mano por lo que se limpió en su pantalón, no sin antes mirar a sus costados para comprobar que nadie lo observaba. Era una costumbre que le había quedado de chiquito, cuando su madre se enojaba si lo veía haciéndolo.

(Cont) No te dan revancha, sólo quedan nervios  (Cont)

Lucas agarró la revista de box que le había llegado esa tarde. En la página 3, debajo de una foto gigante del Mamut, aparecía un apartado con sus estadísticas. Eran mucho mejores que las suyas y las apuestas no solo predecían una fácil victoria para el campeón vigente, sino que pocos vaticinaban que él salga ileso del combate. Pensativo, se rasco el poco pelo que tenía en la cabeza y luego bajó un poco más la temperatura del aire acondicionado. Definitivamente, Lucas sabía que la decisión de aceptar la pelea era sumamente apresurada. Creía que en algún momento lograría vencer al Mamut pero no sabía si esa ocasión era la indicada. La estrategia del manager de su rival era muy inteligente, pensó. Apurar a los jóvenes boxeadores en auge para que el ya asentado campeón pudiera darles una paliza y demostrarles quien era el que mandaba. Lucas prefería no pensar en que sería vapuleado, pero el simple hecho de imaginarse a sí mismo sangrando en el piso, con los ojos hinchados le producía nauseas. Si bien no tenía calor, y sin saber bien porque, le bajó aún más la temperatura al aire acondicionado. Mirar la foto amenazante del Mamut le entrecortó la respiración y le dio algunas palpitaciones. Se insultó a si mismo por su cobardía, agarró la revista, la rompió y la arrojó contra la pared opuesta. Ahora, la cara del Mamut aparecía en el piso de su casa, completamente desfigurada. Lucas soltó una risita tímida y le sorprendió sentir como una lágrima salía en ese momento de alguno de sus ojos sin que nadie la hubiera llamado.

Decidió bajar un poco más la temperatura del aire acondicionado aunque en el comedor ya hacía mucho frío. Le sorprendió a Lucas el alivió y la relajación que sintió cuando una ronca tos irrumpió desde lo más profundo de su garganta.

 (Cont) y el miedo a quedarte bajo esta avalancha."